Hace unas semanas, escribía en esta columna que el concepto de votar con los pies expresa la posibilidad que tienen los ciudadanos de escoger políticas públicas desplazándose a aquel territorio en el que estas se aproximan más a sus preferencias.

Decía que normalmente estas políticas públicas pueden ser muy diferentes a las del país, estado o ciudad que dejan. Lo que es difícil de comprender es cuando estas personas que huyen de sistemas desalentadores para los negocios o de gobiernos gigantes, paternalistas y/o represivos, porque se han vuelto un freno para su desarrollo y prosperidad, votan en estos nuevos territorios por políticas similares a las que dejaron.

Está pasando en Texas. Muchas personas y empresas están saliendo de California por políticas públicas que, lejos de atraer la innovación, han socavado los servicios de alquiler de viviendas, las aplicaciones de entrega de alimentos, las empresas de transporte, las empresas de scooters eléctricos, la tecnología de reconocimiento facial, los robots de entrega y más. Paradójico, considerando que muchos de estos servicios han sido pioneros y “made in California” o “designed in California”, pero la legislación no permite su uso a los californianos. El gobierno californiano también trató de prohibir las cafeterías corporativas, una de las principales ventajas de la industria tecnológica, con la teoría no tan sólida de que esto protegería a los restaurantes locales. Cualquiera que sea la razón de tan tóxica intervención, difícilmente es la receta para mantener las empresas de tecnología motivadas.

Es lamentable porque luego de que California se convierta en la sede de una próspera comunidad tecnológica, una serie de decisiones políticas deficientes, impuestos altos y trámites burocráticos innecesarios han ahuyentado a esa misma industria.

Mientras tanto, en Texas el ambiente empresarial es cada vez más atractivo y por eso los californianos están optando por mudarse a este estado. Lo que los tejanos están viendo, y no con tan buenos ojos, es que muchos de los que se desplazan a su territorio continúan votando por las políticas públicas intervencionistas que obligaron, por ejemplo, a los californianos a salir de California.

Pasa también en España, donde muchos inmigrantes que vienen de países con políticas públicas intervencionistas y represivas, en lugar de votar con los pies expresando sus preferencias en el país que los recibe, votan por políticas similares a las que dejaron, muy parecidas a las que los obligaron a huir. Quizá esperan que esta vez sea diferente, o tal vez creen que ese gobierno sí cambiará vidas, sin que se vuelva el infierno que se volvió su propia tierra.

Estamos a 33 días de una elección histórica en el Ecuador. Nos jugamos algo más que los próximos cuatro años, porque esta vez volver al pasado, al correísmo, representa décadas de retraso tan palpable y cercano como el venezolano. Representa miseria, deshumanización y vidas indignas. Muchísimos venezolanos aún no logran votar porque son ilegales en el país que los recibe. Algunos otros hoy votan con los pies probando nuevas oportunidades. No corramos la misma suerte. Estamos bien advertidos. (O)