Este año será de definiciones internacionales en lo agrario, que involucrarán con énfasis al negocio bananero, del que supervive un amplio segmento poblacional, buena parte de la economía nacional. Mantiene miles de empleos permanentes, por lo que es indispensable conservar excelentes relaciones con los compradores y sus Gobiernos, producto de una diplomacia pragmática. Así, en la Unión Europea (27 % de importación) se priorizarán los asuntos laborales, el medioambiente, el uso de pesticidas, sus extralimitados residuos y, sobre todo, el pago justo a los agricultores, aspectos que inclinarán la decisión de los consumidores de adquirir fruta de países que hayan aplicado con pulcritud esos aspectos, supervisados por agencias observadoras de compromisos sociales y políticos contenidos en acuerdos comerciales.

Un estudio de Melina A. Campos, ARC2020, sobre las exportaciones de Honduras dentro del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea, similar al tratado comercial que mantienen Ecuador, Colombia y Perú, sus interrelaciones con la Organización Mundial de Comercio (OMC) y las reformas de la Política Agrícola Común (PAC) del viejo continente, en discusión, ratifica las ansiedades por el endeble poder de negociación de los productores de fuera de la Comunidad (Ecuador); sujetos a presiones de supermercados para reducir los precios al banano, contrario al bienestar de la agricultura familiar y microempresarial, descubriendo que “muy pocos productores de banano hondureño exportan directamente a la UE. Esta situación de mercado no refleja el objetivo de bienestar comercial deseado por el Acuerdo de Asociación de fortalecer el acceso al mercado de las pequeñas y medianas empresas en Centroamérica”, finalidades que animan a otros pactos de la Unión.

En la semana verde, Berlín 2020, las autoridades alemanas zamarrearon a los autoservicios europeos controladores del 50 % del pastel bananero, así como a sus solidarias entregadoras, las debilitadas multinacionales, conminándolos a ceder a los agricultores una porción de sus ingentes utilidades; aspectos de equidad que serán incorporados en una regulación que apresura Alemania a favor de un precio justo que permita honrar derechos de los cultivadores y respetar con fidelidad a la dolida madre naturaleza.

Cierto es que organizaciones no gubernamentales han admitido que Ecuador ha tenido notables avances en el apego a las obligaciones que impone el comercio justo, pero son insuficientes, existiendo tiempo para acogerse a más pautas que rigen las labores agrícolas, que darían mayor sustentabilidad a la industria, sin riesgo de rechazos y con clara certeza de compensación en el valor del codiciado y benéfico frutal.

Los empresarios, grandes y pequeños, deben activar su vigilancia, estar presentes en los foros europeos (lobby), defender con ardor sus derechos a una mejor paga, demostrar que somos diferentes porque exhibimos mayoritaria exportación directa de nacionales, el cultivo pertenece en alta proporción a pequeños finqueros, posición que contará con la simpatía y respaldo de un sector de Europa, neto y feliz degustador de banano y plátano ecuatorianos. (O)