Latinoamérica es un continente de profunda raíz católica. Por lo tanto, hemos oído que el año litúrgico comienza en el Primer domingo de Adviento. Este período acaba el 24 de diciembre por la Noche, y viene el tiempo de Navidad, que concluye con la Epifanía. Luego empieza el tiempo ordinario, que se interrumpe por el inicio de la cuaresma, a la cual sigue la pascua, y luego se reinstala el tiempo ordinario. Y así, año tras año, la liturgia provee su riqueza a los creyentes para que estos vivan su fe.

Cada uno de los tiempos tiene sus características. La cuaresma es la penitencia y el sacrificio. Los tiempos navideños están cargados de una gran alegría, la cual se manifiesta por la presencia de los regalos, el darle algo a cada persona, el buscar cómo ser generoso y simplemente regalar.

Pues los políticos latinoamericanos, y los candidatos ecuatorianos lo están haciendo de maravilla, han logrado cambiar el tiempo litúrgico a una navidad perpetua, esto es a un tiempo permanente de regalos, de dádivas.

Todos, absolutamente todos los candidatos hablan de créditos baratos, con intereses subsidiados. Todos hablan de generar millones de empleos. Todos hablan de bajar impuestos. Nadie menciona la palabra esfuerzo, trabajo, sacrificio, paciencia, o tenacidad. ¡No! Eso no existe. Hay una redención y regalos sin el sacrificio pascual, sin el esfuerzo.

Y cuando vemos la interminable lista de ofrecimientos, en la cual por supuesto la gran joya de la corona son los mil millones de dólares que entregaría la FaRC (Familia Revolución Ciudadana) asaltando nuevamente al Banco Central, entendemos el porqué es tan alto el porcentaje de gente que no quiere votar por nadie o anular el voto. Es que se puede engañar a unos pocos todo el tiempo, o a muchos poco tiempo, pero no a todos todo el tiempo.

El fondo de Vejez, invalidez y muerte ha liquidado activos en los últimos años. Su déficit actuarial proyectado es de 140 % del PIB para dentro de escasos 30 años. La tasa de reposición, esto es el valor de la pensión con la cual un ecuatoriano se retira en relación a su último salario solo es comparable a la de Luxemburgo. Y esto para citar una pequeña parte de los problemas de la seguridad social. Las tasas de interés tienen que liberarse, no bajarse a la fuerza, cosa que nunca ha funcionado en ninguna parte. Los subsidios, focalizarse. El Estado, reducirse; y esto es eliminar personal, instituciones, departamentos. La lista de lo que hay que hacer es larga, dolorosa, fuerte: es ese tiempo de cuaresma que prepara el sacrificio que da la salvación. De eso no se habla.

Pero la política de Latinoamérica y sin duda la ecuatoriana solo entiende de navidad, y por lo tanto, la población está en la etapa de creer en Santa Claus, y en los regalos de los Magos. Y cuando en las sociedades lo políticos inoculan el cáncer del facilismo y de la mentira, o esconden intencionalmente la verdad, cosa que es lo mismo que lo anterior, entonces el resultado es exactamente igual al del niño que le escribe a Santa Claus pidiéndole aquello que es imposible obtener. Un voto así es tan ingenuo como la carta a Papá Noel.

Estamos cerca de la elección de primera vuelta. El mismo hecho de tener el inaudito caso de 16 candidatos más uno en duda, hace que esto se vuelva un circo natural. Pero lo que sí es cierto, es que la sociedad ecuatoriana debe para la segunda vuelta quitar los disfraces de Papá Noel de los candidatos, y exigir el análisis detallado de los grandes problemas que tiene el país, para que se puedan analizar las posibles soluciones, y logrará que se acuerde entre esos candidatos una agenda nacional, que comprometa a todos.
Si esto no hacemos, si continuamos con la liturgia de la navidad perpetua, la sociedad tendrá el desengaño que tienen los niños, cuando descubren que Papá Noel no existe.

El problema es que esos niños tienen tiempo para madurar y entender la realidad. La sociedad ecuatoriana ya no tiene ese tiempo, ya no hay espacio, y las consecuencias no serán la de esperar que “la sociedad madure”, las consecuencias pueden ser una explosión social que nadie quiere, y una total decepción del sistema democrático, que no es el culpable en sí mismo, sino que marcha de acuerdo al tiempo litúrgico que le imponen sus políticos. (O)