Revisando Twitter en días pasados me encontré con la información, curiosa por cierto, de un sitio dedicado a la divulgación histórica que señalaba que los persas tomaban sus decisiones importantes “totalmente ebrios”, agregando que al día siguiente y ya actuando con sobriedad, los dirigentes revisaban las decisiones para ver si les seguía pareciendo correctas y adecuadas.

Esa propuesta de “pensar ebrios, decidir sobrios” me llamó realmente la atención, toda vez que más allá que las propiedades desinhibidoras del alcohol han sido conocidas por muchas civilizaciones, no tenía conocimiento de una práctica semejante a nivel de decisión política.

Debe mencionarse que los persas conformaron una serie de dinastías imperiales con su centro geográfico en lo que es actualmente Irán, habiendo competido con los griegos en el dominio del Mediterráneo y zonas del Asia menor; se trataba, por lo tanto, de una cultura importante que ha sido objeto de múltiples análisis e interpretaciones. Las noticias respecto de la fuente de inspiración de los persas las sugirió el griego Herodoto, a quien muchos consideran el padre de la historia, quien afirmó en una de sus obras que los persas “después de bien bebidos, suelen deliberar acerca de los negocios de mayor importancia. Lo que entonces resuelven, lo propone otra vez el amo de la casa en que deliberaron, un día después; y si lo acordado les parece bien en ayunas, lo ponen en ejecución, y si no, lo revocan. También suelen volver a examinar cuando han bebido bien aquello mismo sobre lo cual han deliberado en estado de sobriedad”.

Hay estudiosos que consideran que el procedimiento era realmente sorprendente, toda vez que se suponía que “en los vapores del alcohol habitaban los dioses como en las nubes de un cercano paraíso”, por lo que estaban convencidos de que esa inspiración en “estado sublime”, les permitía un mayor grado de acierto en la toma de decisiones. Pero ojo: si en pleno juicio les parecía errada cualquier decisión tomada al calor del alcohol, no lo dudaban un instante, rectificaban y aquella misma noche se volvían a emborrachar para deliberar. Manuel de López señala que los persas acudían así al dios etílico y contrastaban con su propia opinión y hombres serenos, “de ese modo se declaraban guerras, se repartían botines o se firmaba la paz”.

“Al día siguiente vuelven a tratar las mismas cuestiones porque se tiene consideración y respeto con ambos tiempos. Proponen y votan cuando no saben fingir, y resuelven y determinan cuando no pueden errar”. Naturalmente, en los tiempos actuales una dosis elemental de corrección política convertiría a esos políticos borrachos tomando decisiones en una especie de horda salvaje digna del repudio y burla ciudadana. Sin embargo y dado el descontento y hastío que existe en nuestro país respecto del actuar de algunas figuras políticas, quizás alguien recomiende aplicar la vieja fórmula persa. Al menos sabríamos a qué atenernos.