En el mercado económico “votamos” todos los días, al escoger los bienes y servicios preferidos. Le decimos sí a alguien, no a otro. Y así se va construyendo el mundo de intercambios, inversiones, ingresos y empleos. Tenemos una gran responsabilidad en ese proceso, pero cada decisión es descentralizada (hay miles de operaciones cada momento, regadas en todo el territorio y en todos los sectores) y cada una siempre es pequeña en relación al tamaño de la economía. Y a pesar de las magnitudes limitadas, lo hacemos con cierta responsabilidad: escogemos y buscamos lo mejor posible.

En la política es todo lo contrario. Básicamente tomamos una enorme decisión cada cuatro años, porque a una sola persona (rodeada de su equipo… ¡y quién sabe de quién más!) y a los asambleístas que son cien y algo (¡muchas veces también rodeados de manera al menos extraña!) les entregamos un enorme poder, como es la seguridad pública, el cobro de impuestos (de los cuales abusan) y la posibilidad (que no debería existir) de inmiscuirse en todos los aspectos de nuestras vidas. ¡Enorme y peligroso! Solo para dimensionarlo: el Estado en su conjunto tiene ingresos que son 16 veces el grupo empresarial más grande del país, equivale a la suma de las cien empresas más grandes, y debe tener el triple de empleados que esas cien empresas juntas.

Pero la pregunta más importante es: ¿votamos con responsabilidad, pensamos en quién realmente tiene la capacidad de asumir ese reto tan grande? En general no. Consideramos que la política es importante (por eso le exigimos mil resultados), pero la despreciamos y minimizamos. Hoy estamos ante esa disyuntiva importante, que siempre lo es, pero ahora aún más porque llegamos con una tendencia estructural debilitada de nuestra economía y sociedad, más los años muy malos del leninismo y peor del correísmo, más efectos nefastos de la pandemia y los enormes retos mundiales (tecnológicos, políticos, sociales, ambientales) que debemos enfrentar para no quedar rezagados. Y un desafío más: la conciencia y voluntad de mantener la dolarización.

¿Cómo escogeríamos a un socio o gerente de empresa, al directivo de una organización cercana? No hay mucho misterio. Uno: ¿qué experiencia tiene?, y en este caso es una experiencia en lo público y en lo privado, donde ha creado o manejado asuntos importantes. Dos: ¿qué propuestas tiene?, y todos sabemos que en la vida diaria se sale adelante con esfuerzo, trabajo, ahorro, inversión y también el apoyo de los demás, y sabemos también que los milagros son un espejismo peligroso; entonces, debemos ver quién con seriedad (porque esto es una elección seria, no es un reality show para ver quién baila mejor) nos ofrece ese apoyo real del Gobierno para salir adelante (no regalos “caídos del cielo”). Tres: si tiene la capacidad de resistir a las tentaciones del poder, que van desde la corrupción hasta el autoritarismo abusivo (porque es fácil sucumbir a las tentaciones del poder en el Gobierno). A estas preguntas agréguele otras que usted crea importantes y plantéelas frente a la imagen de cada candidato. ¿A cuál llamaría usted para que le ayude a resolver sus problemas? Ese es su candidato… Esa responsabilidad nos la debemos a nosotros mismos, a nuestras familias, a todos. (O)