Decadencia de valores éticos, degradación moral, descomposición social. Pasan los años y seguimos viviendo en un Ecuador venido a menos.

Quizá ese es el sentimiento de muchos luego de los impactantes acontecimientos de la semana pasada. Estamos plagados de villanos y definitivamente esa plaga es más mortal que cualquier virus. Actúan con absoluta impunidad y no solo amenazan a quienes se resisten, sino que cumplen con sus amenazas mortales. Y eso pese a que todos sabemos quiénes son las mafias de nuestra Ciudad Gótica: los Falcones, Maroni, Riley, Dimitrov, Guasones y Pingüinos criollos.

Trabajar, hablar, opinar y vivir en Ecuador se ha vuelto un deporte extremo, una actividad de riesgo, una alarma que augura una inminente catástrofe o bomba próxima a explotar y que puede acabar con nosotros.

Ciudad Gótica, porque es la ciudad de la noche: un escenario donde prima el crimen organizado que domina el sector público, las guerras de bandas, los atracos, asesinatos y secuestros, y sus villanos carecen de poderes especiales, aunque abundan mentes privilegiadas con serios trastornarnos mentales.

En Ciudad Gótica, uno de los cadáveres en las salidas de las tuberías de drenaje es el de un joven que hasta hacía poco tiempo vivía en el orfanato de la ciudad; al interrogar a su hermano, que todavía vive ahí, la Policía se entera de la existencia de una sociedad alterna, subterránea, donde los jóvenes desheredados y sin oportunidades pueden encontrar ‘trabajo’. La policía pregunta al huérfano: ¿Qué tipo de trabajo puedes encontrar en las cloacas? Su respuesta: “Más de lo que puedes encontrar acá arriba”.

En Ciudad Gótica encontrar un trabajo honesto y estable es un reto por el que hay que agradecer cada día. Pero en el crimen de podredumbre moral, el trabajador honesto es el tonto, el que participa en un juego en el que los demás no cumplen las reglas. “Hay que ser sabido” es el dicho principal a todo nivel, todo estrato, toda función. “Si yo no robo, alguien más lo hará” y eso, más que una justificación, se vuelve el modus operandi. Es ahí cuando el ciudadano se convierte en villano y quizá ni lo advierte. Es ahí donde se confirma la descomposición social.

En Ciudad Gótica se han robado hasta las fundas de los cadáveres. En Ciudad Gótica el crimen organizado se enlista para legislar. Pareciera que la única solución la tiene un justiciero que elegiremos en seis días, pero poner todas las esperanzas en ese Batman cada cuatro años quizás es lo que nos tiene así. Nadie viene con capa y batimóvil a salvarnos de las cloacas.

Finalmente, dejo aquí una pequeña reflexión: en 2012 se estrenó The Dark Knight Rises, la última película en la trilogía de Batman del cineasta norteamericano Christopher Nolan, en el que, además de la trama de héroes y villanos, policías y ladrones, se desarrolla paralelamente la historia de una ciudad como concepto y como personaje, es decir, Ciudad Gótica es el sujeto, es el personaje central de la película, en todo momento es “ella” quien está en peligro, y es “ella” quien debe ser salvada de quienes se proponen destruirla.

Eso es Ecuador el 7 de febrero: el protagonista. Y se juega todo. (O)