Los aparatos de propaganda e inteligencia del gobierno ruso han venido interfiriendo en procesos electorales a partir del referendo sobre la independencia de Escocia en 2014. Fue notable su intervención en la campaña por el Brexit (la salida del Reino Unido de la Unión Europea), y en las campañas de 2016 y 2020 en Estados Unidos (en favor de Donald Trump).

La intromisión del gobierno ruso en las elecciones de 2016, para atacar a Hillary Clinton y favorecer a Trump, fue investigada por el fiscal especial Robert Mueller, quien encontró que Rusia envió desinformación a cuentas de redes sociales, incluyendo a Twitter y Facebook. Adicionalmente, los sistemas electorales de los 50 estados fueron atacados.

A raíz del “éxito” de las campañas de desinformación con el Brexit y la elección de Trump en 2016, varios países desarrollaron sus destrezas para esta guerra virtual. Se denunció que tanto Rusia como Irán intervinieron en las elecciones de 2020 en Estados Unidos, y China y Corea del Norte expandieron su capacidad.

Otra variante es el hackeo de cuentas de correo electrónico de líderes políticos, lo cual ha ocurrido por años, pero desde 2016 fue utilizado como arma para atacar a candidatos. Así, por ejemplo, la inteligencia rusa pudo entrar a las cuentas del director de campaña de Hillary Clinton, John Podesta, y del Comité Nacional Demócrata, pero en lugar de mantener la información oculta, la divulgó (a través de WikiLeaks y otros medios digitales) para generar división interna.

Con la pandemia, la desinformación se ha desatado, generando teorías de conspiración sin fundamento. En algunas, se ataca a multimillonarios que han apoyado la consolidación de la democracia, la salud pública, y la educación, tales como George Soros y Bill Gates. Mientras que Gates ha promovido la vacunación contra diversas epidemias y el fortalecimiento de la salud pública, se tejieron teorías absurdas como que el fundador de Microsoft habría creado el coronavirus y buscaría enriquecerse con las vacunas.

En Estados Unidos se ha propagado la teoría conspirativa QAnon, según la cual las élites del Partido Demócrata, millonarios y actores formarían un grupo satánico dedicado a la pedofilia y al asesinato de niños. Esta última teoría surgió después de que Trump fuera acusado de haber violado a dos menores de edad, en compañía de Jeffrey Epstein. Seguidores de esta secta, y otros grupos de supremacía blanca, invadieron el Congreso de Estados Unidos el 6 de enero, causando la muerte de cinco personas, motivados por la desinformación generada por Trump y sus seguidores, sobre falsas acusaciones de fraude electoral (acusaciones desvirtuadas en más de 60 cortes, incluyendo la Corte Suprema).

En esto tienen una responsabilidad las redes sociales. Un estudio de MIT encontró que la información falsa se distribuye de manera más extendida, rápida y profunda, que la información verdadera.

Fue un poco extemporáneo que Facebook, Twitter y otras redes cerraran las cuentas de Trump, de seguidores de QAnon y otras fuentes de desinformación (sobre la pandemia y las vacunas, por ejemplo), cuando el daño había sido hecho. (O)