Desde la ventana puedo ver allá afuera un movimiento incesante, un ir y venir de personas y vehículos de todo tipo. Desde la ventana veo el río y sus embarcaciones, edificios, cerros, árboles... En fin, una ciudad siempre en movimiento, siempre activa, una ciudad que no se detiene.

Al ver hacia dentro, en cambio, el mundo parece detenerse, hacer una pausa. Se detiene cuando ves a alguien en una cama conectado a un sinnúmero de mangueras, aparatos para respirar, para alimentar. Sin importar si son ancianos, adultos, jóvenes o niños ahí está “ella”, la enfermedad, que no se sabe ni cómo ni por qué aparece, simplemente de pronto está ahí y hay que combatirla con todos los medios que existen. Pero “ella” es fuerte y se ha llevado a miles de personas, muchas otras también la han vencido tras una lucha tenaz, valiente, sin darle tregua. Quién es “ella”, cáncer; silenciosa, traicionera, despiadada, solo trae dolor y angustia a quien la sufre y a sus familias. Desde aquí, desde la ventana veo dos mundos tan distintos, solo tengo que voltear la mirada y todo cambia. Y me pregunto ¿qué pasará cuándo alguien pierda la batalla contra “ella”? ¿Qué cambiará allá afuera? Y la respuesta es, nada, todo seguirá igual, la vida continúa igual como fue también antes que naciéramos. Así que si hoy no estás del lado de adentro de la ventana, aprovecha cada minuto, cada segundo en ser feliz y hacer feliz a alguien, siéntete bendecido, da gracias a Dios, vive, ¡que la salud y la vida son un regalo que no dura eternamente! (O)

Soraya Valdiviezo Moscoso, Guayaquil