Una razón lógica de por qué la gente no denuncia es porque los denunciantes nos exponemos. En las investigaciones y diligencias le piden al denunciante todo: nombres completos, cédula, domicilio detallado, lugar de trabajo, familiares, enfermedades, bienes; en fin, todo tipo de detalles que quedan en expedientes que están a la mano de toda la gente.

Dicen que los expedientes de Fiscalía son reservados, pero están a la mano de todos los abogados interesados, y ciertos malos. Mientras que los datos de los denunciados, o incluso acusados, son reservados; en la prensa se los menciona con iniciales; no hay datos ni de su ubicación y quehaceres; son fantasmas intocables. Ya con esa información en manos dudosas, los denunciantes reciben llamadas, mensajes y fotos, con las que se amenaza hasta de hacer daño a su familia, incluso a los niños. Y como la vida está tan barata en el Ecuador, porque hay ofertas de sicariatos por montón, uno tiene razón de temer. Temer hasta a los menores de edad que van asesinando por la calle, menores protegidos por las leyes a quienes les dan pocos años de aleccionamiento en la ‘universidad del crimen’, donde si sobrevive a punta de su droga favorita, saldrá para cometer más crímenes y continuar con el círculo de violencia.

En fin, poca esperanza existe en este pobre país que respalda más en su institucionalidad al delincuente que al honrado. Se nota en todas las elecciones. (O)

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Roberto Francisco Castro Vizueta, abogado, Guayaquil