Desde siempre, el arte ha sido una forma expresiva fundamental. Desde la búsqueda de la belleza hasta una interiorioridad más profunda, desde lo objetivo hasta lo subjetivo, desde la razón y el consciente hasta los sentimientos y el inconsciente.

A lo largo de los siglos, los artistas han apelado a este medio de maneras muy diferentes, tanto por la forma de representar sus obras como por su objetivo. Para adoptar una visión más global, considero que existen dos macrocategorías: el arte como medio de evasión y el arte comprometido. Es indudable que entre los artistas hay escapistas expertos. Un claro ejemplo son los impresionistas, como Vincent van Gogh, que miran el mundo desde una perspectiva diferente y lo reinterpretan. El escapismo deriva del deseo de huir de la realidad, alejándose de lo cotidiano para alcanzar la paz. En cambio, el arte comprometido remarca una profunda conexión con el contexto en el que se produce. Aunque existen realizaciones que ensalzan la realidad del artista, las obras de protesta –que encarnan un profundo deseo de cambio y una voluntad de oponerse a poderes establecidos que no se comparten– resultan aún más impactantes. Entre los ejemplos más famosos cabe mencionar Los fusilamientos del 3 de mayo, cuadro pintado por Francisco de Goya; el mural Guernica, de Pablo Picasso; las obras de Banksy. No es casual que haya obras que fueron objeto de censura en períodos como durante los regímenes dictatoriales. Las funciones del arte son muchas y diferentes, pero todas tienen un aspecto en común: representan un instrumento expresivo imprescindible y un tesoro necesario para toda la humanidad. (O)

Valentina Giudici, estudiante de Lenguas; Génova, Italia