Existen procedimientos terapéuticos que requieren más de un mes para intentar salvar la vida del paciente que tiene una enfermedad potencialmente mortal, como la leucemia, por ello me supone una gran preocupación que se quiere aprobar una ley que favorece quitar en pocos minutos la vida a un ser humano mediante el aborto.

Es científicamente probado que la vida se inicia con la concepción, y como médico juré defenderla para que otro ser humano pueda sentir la dicha que yo experimento de estar viva gracias a la decisión de mi madre de traerme a la existencia.

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En consecuencia, si Dios crea la vida, los padres cooperan en esa nueva vida, nuestra Constitución estipula defenderla desde la concepción y el médico ejerce su vocación de salvarla; lo único que quedaría por hacer sería castigar a aquel que atente contra la vida; en este caso, al violador. No se puede curar un trauma provocando otro. El asesinato del no nacido no soluciona la agresión del violador, sino que la agrava, pues la víctima deberá lidiar además con el trauma postaborto que afecta física y emocionalmente a quien lo padece, como está constatado incluso en mujeres que sufrieron un aborto espontáneo. Lo recomendado sería establecer leyes que apoyen de manera integral a la mujer violada, que fomenten —bien estructuradas— que eduquen a sus hijos con todos los valores humanos, y persigan con toda dureza a los que cometen este delito. (O)

Bella Irma Maldonado Guerrero, doctora en Medicina Interna y Hematología, Guayaquil