Siete empresas públicas, algunas posiblemente muy necesarias, están en liquidación. Su agonía es producto de mala administración, por tanto, no hay razón suficiente para desaparecerlas. No es exacto decir que en Ecuador, por decreto, se cierra el sistema ferroviario y que a nadie le importa; hay voces reclamantes.

La voz del pueblo es un grito en el desierto, la indiferencia de los poderes públicos cansa. He defendido la vida del sistema ferroviario desde el Gobierno de Sixto Durán-Ballén. Miren, cuando exportamos nuestros productos, un artificio capitalista e inhumano pone el precio de lo que va del Ecuador al primer mundo. Así seguiremos siendo el continente de los pobres. Esto no pasa cuando importamos, ahí el precio no lo pone ningún artificio y pagamos lo que dice el fabricante del primer mundo. Los ciudadanos viajan por mil motivos. Me consta que muchos extranjeros que pasaron por el Ecuador se quedaron a vivir en nuestro país. Defiendo la existencia del ferrocarril porque es parte vital del turismo ecuatoriano. El extranjero llega al Ecuador, va a las islas Galápagos y paga los precios ecuatorianos fijados por los ecuatorianos; igual pasa en los hoteles, los servicios de alimentación y más diversiones. El turismo ferroviario y en general el turismo interno es de los pocos productos autónomos en cuanto a sus precios, y el ferrocarril es el medio de llegar a esos balcones serranos desde donde se aprecia el maravilloso Ecuador.

El candidato a presidente Guillemo Lasso invita a un diálogo nacional, me hago presente y le solicito: recorra usted la vía ferroviaria y ofrézcala; negocie con empresas extranjeras o nacionales la concesión del sistema ferroviario, una de estas lo rehabilitaría, explotaría por algunos años, nos lo devolvería luego de prestar importantes servicios al país. (O)

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Rafael Mendoza Avilés, abogado, Guayaquil