En el balneario de Salinas, Santa Elena, durante el fin de año en el malecón, se queman muchos monigotes en la playa y los desechos de palos, clavos, etc., se los lleva el mar. / Foto: Yanina Reyes


“Una mujer muere tras explosión en inmueble utilizado como fábrica y bodega de pirotecnia”. “Otras dos personas resultaron heridas. La onda expansiva afectó a seis viviendas en las calles 25 y la Ñ”. “Explota bodega con pirotecnia en Babahoyo, afectando seriamente a personas y viviendas”, dicen los medios de prensa en las noticias.

Continuamos con la inveterada, insana costumbre de quemar monigotes y usar pirotecnia, explosivos, el último día del año, sin considerar que la quema desprende tolueno, plomo, mercurio, fósforo blanco y rojo, nitrosaminas, azufre, dióxido y monóxido de carbono, que generan calentamiento global, más elementos tóxicos que afectan la calidad del aire y la salud; muchos son altamente cancerígenos, afectando (junto al ruido infernal que producen) seriamente la salud de muchos enfermos y de personas especiales.

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La pirotecnia y el ruido causan daños a la naturaleza, matan a animales: liberan gases que dañan la atmósfera y la salud como PM 2.5, PM 10, monóxido de carbono, dióxido de azufre y dióxido de nitrógeno que demoran entre do y tres días en disiparse incrementando los niveles de polución; incluso muchos de estos elementos tardan años en ser reciclados por la naturaleza contaminando la tierra, mares y fuentes hídricas.

Y el ruido de cohetes y parlantes daña el aparato auditivo ya que aceleran el proceso de desmielinización, razón por la cual muchos países la han prohibido (pirotecnia). Hay que mencionar los accidentes: quemaduras, mutilaciones, trauma acústico y ocular, incendios y otros asimismo graves y mortales. No hay autoridad que pare esto, al contrario lo auspician, como ciertos alcaldes que permiten el incendio de las playas y pasean orondos su impudicia, cual Nerón frente a Roma, festejando su hoguera de destrucción. (O)

Francisco Plaza Bohórquez, doctor en Medicina, Guayaquil