Intentar remplazar artificialmente al cerebro humano, un órgano tan complejo que se ocupa del ejercicio del sistema nervioso, con funciones vitales, que observan el el pensamiento, las sensaciones...; no es algo que se pueda crear idéntico en un laboratorio o reproducirse en una máquina. Foto: Istock


Me eriza el cuerpo cada vez que leo o escucho sobre la inteligencia artificial. Está en boga y puede causar confusión como si fuese extraordinario. Es un invento de marketing, creado por seres inteligentes que a través de máquinas con sistemas tecnológicos pretenden remplazar las facultades y los pensamientos de las personas.

Nadie está en contra de los beneficios de la tecnología y los avances de la ciencia, pero querer suplantar la inteligencia, los sentimientos y las emociones de los seres humanos mediante una máquina es contra natura y desafiar a Dios. Intentar remplazar artificialmente al cerebro humano, un órgano complejo que se ocupa del ejercicio del sistema nervioso con funciones vitales, esenciales y culminantes como son las que poseen los hemisferios cerebrales derecho e izquierdo que vigilan el manejo de los músculos, observan el habla, el pensamiento, las sensaciones, las interpretaciones, la redacción y el aprendizaje; no es algo que se puede crear en un laboratorio o reproducir en una máquina.

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Por otro lado, estamos viviendo una etapa de seres autómatas, casi de zombis, por fuerzas que quieren manejarnos. A dictadores, caudillos, jefes de organizaciones criminales que atentan contra la ley, les conviene que funcione la inteligencia artificial porque mientras más dócil e ignorante es la persona, es más fácil seducir y conquistar, y la gente acepta con resignación las condiciones que le imponga el patrón. De esta manera se aplica el conformismo, que es la peor derrota, es el método que utilizan gobiernos dictatoriales y tiránicos en países donde no existe la libertad de pensamiento y expresión, y el poder está concentrado solo en el dictador; los ciudadanos solo pueden acatar sus órdenes. Un expresidente nefasto que tuvimos catalogaba a los que no comulgaban con sus ideas de “limitaditos”, o sea, poco inteligentes. El bien y el mal ha existido siempre, por eso aparecen en el mundo personajes agradables y otros despreciables. Aparecen seres que se consideran salvadores, todopoderosos, menosprecian al ser humano, menoscaban su intelecto, dones y virtudes; ostentan poder y dinero, llaman la atención con máquinas robots, tecnologías, para protección personal.

La inteligencia natural humana, perdonando la comparación, es como un músculo que mientras más la ejercitamos más se expande. Hay buenos ejercicios, hacer crucigramas, jugar ajedrez, leer, escribir, estar activos. En cuanto a los instrumentos para diagnósticos de enfermedades catalogados de inteligencia artificial, para mi criterio, esos dispositivos son obras de seres humanos inteligentes que crearon estas herramientas para el bien común; nada tiene que ver esto con la inteligencia artificial. La palabra artificial debe ser remplazada por avances tecnológicos científicos. (O)

José Franco Castillo Celi, psicólogo y médico naturista, Guayaquil