Los ecuatorianos estamos hastiados de tanta crónica roja por tanto relajo imperante: la corrupción; los políticos –con pocas excepciones– tratan de inflar sus alforjas sin importarles un bledo la pobre patria; ciertos jueces se venden al mejor postor de sus fallos judiciales chuecos; el femicidio endémico en la cultura del pueblo impreparado, regido por leyes ancestrales; en un último caso de femicidio impulsado por el alcohol, la policía ha tenido una negativa actuación y se lo está politizando por parte de una agrupación política.

No pertenezco a ningún partido político, por la gracia de Dios, pero en todos estos actos veo la idea (innegociable) de tumbar a don Guillermo, quien es obstáculo para el satánico negocio de las drogas; es uno de los presidentes que más droga ha capturado en el país. Por ahí su deseo de derrumbar el edificio de una tal escuela de policía donde hubo un femicidio, como si el cemento y la arena tuvieran algo que ver en el asunto, mejor –opinan algunos ecuatorianos– es derrumbar el Palacio de Justicia, el Palacio Legislativo, y otros añaden que los derribe pero con sus actos ‘chuecos’ que tienen en hilachas a la pobre patria. Tienen en hilachas al país, también, ciertos diputados que votaron a favor de la legalización del aborto (asesinato) para obtener réditos políticos vendiendo sus conciencias y haciéndose cómplices, y ahora son ‘defensores’ de víctimas de femicidios. Aconsejo al presidente Guillermo Lasso que no derrumbe el edificio de la escuela de policía que le costó al pueblo, con el dinero de los impuestos que paga; más loable es convertirlo en albergue para víctimas de maltratos conyugales y para niños que no tienen dónde dormir, decisión más inteligente y contribuirá en parte para hacer justicia a la abogada que fue asesinada en dicho edificio. (O)

José González Williams, pediatra, Guayaquil