En todos lados se habla de corrupción, y sufrimos sus estragos. Corrupción es la acción humana que transgrede las normas legales y los principios éticos. Puede darse en cualquier ámbito. La corrupción política se refiere a delitos que se cometen en el ejercicio de un cargo público para conseguir una ventaja ilegítima; se comete de manera secreta. Las formas de corrupción son variadas: soborno, tráfico de influencias, peculado...; siendo el ejemplo más claro el caso Inapapers.

A la corrupción algunos, aberrantemente, la consideran “normal”. El soborno es el más repetitivo de los delitos contra la administración pública, que va desde la entrega de una módica suma a un oficial de seguridad para evitar una multa, hasta el ofrecimiento de grandes cantidades de dinero para la evasión de impuestos; existen muchos ejemplos cometidos por funcionarios, que han renunciado a sus cargos. Por otro lado, el tráfico de influencias es cuando un funcionario usa su cargo para conseguir a favor de alguien allegado (familiar...), una posición pública o un trabajo, existen ejemplos de nepotismo y cada vez se los persigue menos y a otras formas de corrupción política, como influenciar en decisiones policiales o de agentes de tránsito, llegando a viralizarse por las redes sociales videos y audios donde se insulta a la autoridad. Por otra parte, el peculado existe cuando se enriquece de forma ilegal, en perjuicio del Estado, se usan los bienes públicos para cosas personales; en las campañas políticas, vehículos del Estado se vuelven “propiedad” de directores, de dirigentes de tal o cual institución o agrupación. Las causas de la corrupción pueden ser internas (carencia de conciencia social, de educación, de cultura...) y externas (impunidad, salarios bajos, concentración de poderes, corporativismo partidista...). La corrupción política genera desigualdad social, protege redes de complicidad entre élites políticas y económicas. (O)

Kléber Barragán Hernández, licenciado en Periodismo, Guayaquil