La inmoralidad es una característica que cada vez se adueña más de nuestro medio, no solo de la clase política, a todos los niveles; incluso, parece que es ‘necesaria’ para poder ‘destacarse’.

Hoy “corazones ardientes” y los del “encuentro”, parece ante la luz pública (y no tan pública) que hablan el mismo idioma; todo es posible. Y las estrategias políticas que rigen a nuestro país son muy variadas, parte de estas llevan por un sendero de contradicciones y de confusión a la ciudadanía. Quizás no alcancemos a dilucidar en un 100 % la solución a los problemas de la patria, pero sí es nuestra obligación de ecuatorianos, votantes, empezar un cambio en la sociedad a fin de no ser un país preso de delincuencia, de la violencia, de tramas de corrupción, de los mismos de siempre, de los hijos de los mismos de siempre y de los que se volverán siempre. El poder corrompe. En Ecuador la gente ambiciona un mejor porvenir. Si bien es cierto que está prohibido olvidar, a veces será necesario hacerlo para cerrar heridas que solo nos terminarán llevando a un mayor declive.

Confío en que la política de turno logrará encontrar una solución creativa, y si no es así, me permito parafrasear al papa Francisco: “Recen por nosotros”. (O)

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Borys Leonardo Arteaga Zambrano, contador, Manta