Mucha tinta ha corrido, desde hace mucho tiempo atrás, para describir el mes de diciembre que abarca alegrías, añoranzas y pesares; desde entonces cada quien guarda en su inconsciente diversas experiencias.

La pandemia que produjo un duro revés en la humanidad y alteró los horarios, el ritmo de trabajo y la economía, no logró cambiar los hábitos arraigados y tradicionales de los individuos. Diciembre goza de un espíritu especial, se nota en cada ser un renovado estado de ánimo, la amabilidad y la sonrisa están a flor de piel, la solidaridad, el buen trato fluyen con mayor facilidad. Existe en la comunidad mayor comunicación y participación, entusiasmo. Los vuelos se acrecientan para muchos que quieren compartir con sus familiares las fiestas navideñas. El comercio se intensifica y brinda un abanico con diversas oportunidades. El ambiente se viste de luces y colores y se respira un aire de esperanza. Esta fecha es la única ocasión en la que bandos antagónicos, seres prepotentes y duros de corazón hacen un alto para olvidar momentáneamente las rivalidades. Pero, ¿qué es lo que hace que el mes de diciembre sea diferente? ¿Quién es el protagonista de todas las bondades enunciadas? Jesús, es la razón de todo lo expresado, vino al mundo a salvar a la humanidad del horror, la destrucción y el pecado; su natalicio el 25 de diciembre marcó un hito y en cada uno de los cristianos se encuentra grabado su nombre y lo reverenciamos, y celebramos su cumpleaños y así se lo hará hasta la eternidad. Diciembre es una época de alegría y reflexión, es la oportunidad de estrechar lazos de amistad, de superar los conflictos que atormentan el espíritu y la psiquis. Diciembre está ligado a otra festividad como es recibir un nuevo año, hago votos por un año venidero de salud de paz, amor, bienestar. (O)

José Franco Castillo Celi, psicólogo y médico naturista, Guayaquil