El término preso (o presa) para referirse a personas que sufren prisión y aquellas que han recibido condena o sentencia, tiene una connotación y carga negativas en su significación, asociándola con una palabra que sobaja a la persona a quien se aplica este calificativo. La palabra preso resulta malsonante y causa cierto malestar.

Muchos años antes de la introducción del acrónimo PPL (persona privada de la libertad) con el que ahora se denomina a estas personas, ya se buscaron otros conceptos y expresiones idiomáticas para atenuar el impacto negativo visual o auditivo que tiene ‘preso’, en el receptor del mensaje escrito o hablado. Medios de comunicación y otros segmentos de la sociedad utilizaron palabras sinónimas como reo, presidiario, recluso, interno. Menos frecuente fue usar penado. Creo que el cambio para la palabra en cuestión surgió cuando se construyeron los nuevos centros de rehabilitación (otro eufemismo para atenuar el impacto de cárcel, presidio, penal o penitenciaría) y evitar la palabra desagradable, y sí la suavizó. Ignoro si en otros países de la región se utiliza esta novedad lingüística, pero en el nuestro constituye un elemento de nuestro convivir, cultura y es inconfundible, ineludible, con el cual no nos podemos insensibilizar como sociedad. (O)

Enrique Fernando Suárez Salazar, policía, Quito