Recuerdo cuando se tramitaba en el COIP (Código Orgánico Integral Penal) la ley del aborto en el año 2019, ley que no fue aprobada, tuve la oportunidad de conversar con alguien que trabajaba en la Asamblea Nacional. Le sugerí llevar al pleno el testimonio de alguna mujer que hubiera pasado por la experiencia del aborto o de la violación, para que narrara cómo estos hechos habían afectado su vida, pues conozco algunas madres con hijos fruto de violación que se han sobrepuesto al trauma asombrosamente con sus hijos como pilar, y a mujeres muy irritables con conductas poco predecibles a consecuencia de sus abortos.

Esta persona me miró con los ojos llorosos y me confesó que un familiar muy cercano a ella era el fruto de una violación, que era un ser lleno de amor y de luz, que significaba muchísimo en su vida y no se podía imaginar su día a día sin su presencia; le afectaba mucho pensar que se sacrificaran pequeños bebés para hacerles pagar la culpa de otros. Esta persona veía claramente cómo la ley del aborto por violación es un recurso emocional usado para causar terror en las mujeres y la sociedad, una ley injusta, un acto intrínsecamente perverso y sobre todo terriblemente inhumano. Sabemos que un mismo problema se puede solucionar de muchas maneras, la muerte de alguien no puede ser una de ellas. Los verdaderos defensores del pueblo y de la mujer deben aportar salidas para beneficiar a quienes estén atravesando este triste suceso. El aborto como única salida en realidad es una presión más, no una ayuda para las víctimas. Corresponde a las autoridades siempre proteger a todos los indefensos y nunca jamás dedicarse a organizar y sistematizar la mejor manera de eliminarlos. (O)

Tania María Zegaib Saab, Guayaquil