“El tiempo vuela” es una frase común, ya estamos terminando el primer trimestre del año 2023. A veces pienso que estoy en una alta y peligrosa montaña rusa donde un carro me lleva primero lentamente y después parece que va a salirse fuera de los rieles, sin rumbo fijo.

Me parece que fue ayer, cuando estaba inmersa en la ‘locura’ navideña con todo el correcorre por la compra de regalos, las reuniones, interminables colas para todo; porque parecía que la gente se había multiplicado en todas partes. Todavía no me terminaba de reponer de este trajín, cuando en enero hubo la invasión de propaganda de las elecciones seccionales que debían efectuarse en febrero. La contaminación fue de todo tipo, auditiva, visual, sonaban los pitos, los discursos con las promesas de siempre, los bailes, el regalo de objetos en favor de la cantidad exagerada de candidatos. Por fin terminó esta etapa y acudimos a depositar nuestro voto no tan secreto, porque algunos candidatos y políticos señalaban las papeletas y las exhibían ante todos hasta a las cámaras de televisión. Luego, terminados los escrutinios vendrían el conteo, reconteo, las dudas si todo estuvo bien y no podían faltar los apagones; las encuestas se fueron al traste y por más que hubo reclamos no se cambió nada, y en mayo se cambiarán las autoridades por las elegidas.

Las lluvias llegaron, inundaciones…, ¿qué pasó con la prevención?, ¿por qué se empiezan a tomar acciones cuando ya han sucedido hechos lamentables? Como leí alguna vez en este Diario, es porque estamos en el país de “absurdistán”. Como si no fuera suficiente, nos sacudió un terremoto con graves consecuencias porque se cayeron casas, hubo muertos y heridos, aunque también hubo milagros porque algunos seres humanos lograron sobrevivir en medio del cemento y las piedras que tenían encima de su humanidad. La cerecita del pastel la pusieron los asambleístas, quienes en vez de legislar para que Ecuador trate de salir de la pobreza, la ruina, el sicariato, el hampa, la corrupción, se les ha puesto entre ceja y ceja destituir al presidente de la República y lo han llamado a un juicio político, ¿la causal?, eso no importa, ellos como en la antigua Roma tiran al ruedo al que desean sacrificar y si se defiende y ‘mata’ a su adversario, esperará la voluntad del ‘emperador’, que de acuerdo a su ánimo mostrará el pulgar para arriba o para abajo y decidirá la suerte del ya sentenciado... En esta etapa, parece que continúo en la montaña rusa sin tiempo ni horario, pidiendo solamente al buen Dios que ya no sigan las vertiginosas vueltas, los sube y baja, que finalmente no sé si me van a llevar a un puerto seguro. (O)

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Elvira Morla Larrea, abogada, Guayaquil