Ha arrancado un nuevo año lleno de expectativas; el año pasado el país decidió que quería un proceso de cambio, pero la idea del cambio era que sea positivo. Hasta hoy, lo positivo del Gobierno se ha centrado en la vacunación contra el COVID–19, eso y algo más. Pero es necesario dar un gran salto en el proceso productivo.

Parece mentira, pero ha pasado alrededor de 100 años desde el boom del cacao y el florecimiento del sistema financiero, y nuestro país no ha cambiado en nada. Seguimos siendo mayoritariamente explotadores del sector primario; y, de las industrias que existen, la mayoría se concentran en el sector alimenticio. Es decir, un país absolutamente concentrado en el sector primario.

Los procesos de financiamiento son complejos y al mercado de valores acceden solo privilegiados, que no precisamente por gozar de grandes referencias significa que sean proyectos realmente prometedores, sino que les pregunten a los del Isspol –Instituto de Seguridad Social de la Policía–. Los grandes procesos de cambio requieren grandes esfuerzos. No podemos seguir estancados y que los sacrificios sean en vano; lo que es peor, es que en el proceso se pierden vidas y oportunidades. Se dice que el tren solo pasa una vez, pero si no pasa el tren se toma el bus, se va en bicicleta o se camina; pero no se puede estar varado a la espera de que llegue el momento adecuado.

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La situación actual nos platea una encrucijada que debe ser sorteada con inteligencia, pero sobre todo con voluntad, de políticos de todas las tendencias; de empresario y trabajadores; de académicos y estudiantes; de industriales y ambientalistas; de progresistas y conservadores. Ha llegado la hora de consensuar una agenda mínima sin despreciar a nadie. Al final del día, todos somos Ecuador y la riqueza de este país alcanza para mucho más de lo que actualmente se explota. (O)

Álvaro Eduardo Suárez Delgado, abogado, Guayaquil