En los últimos tiempos el país ha sufrido innumerables levantamientos sociales que han encontrado sustento en los intentos de gobiernos por modificar el régimen de subsidio al combustible.

Los subsidios radican en la ayuda o apoyo financiero que se extiende a un sector económico, generalmente para promover políticas económicas y sociales. También existen subvenciones, que se refieren a la entrega de dinero o de bienes y servicios, por una administración pública a un particular, una persona física o jurídica sin que exista obligación de reembolso. Los subsidios y las subvenciones son herramientas de los gobiernos para suplir fallas en donde incurre el mercado y así proteger a sus participantes, garantizando un mercado y sistema donde aquellas actividades, productos y servicios estén al alcance de todos sin afectar la sinergia social. Pero ¿hasta cuándo el Estado debe subvencionar o dar subsidios?, lo lógico sería que hasta que las políticas públicas permitan eliminar esas distorsiones en el sistema de mercado se usen esos recursos en otros sectores que también requieren atención. En tal sentido, los subsidios pueden asimilarse a un salvavidas en un naufragio, si alcanzo un salvavidas su ayuda es temporal ya que debo procurar llegar al bote o resistir hasta llegar a tierra. Un náufrago no puede pretender subsistir aferrado a un salvavidas para siempre, pues tarde o temprano moriría por inanición. En el caso de la gasolina, el diésel, el gas de uso doméstico, el bono de desarrollo humano, el precio oficial de los productos agrícolas, que constituyen intervenciones estatales para salvaguardar un determinado sector; corresponde a la administración central implementar procesos para que disminuyan las subvenciones y esos recursos se usen en inversión pública en sectores como de la seguridad y de la educación. (O)

Álvaro Eduardo Suárez Delgado, abogado, Guayaquil

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