La crisis educacional que contempla el Ecuador actual tiene que ser revertida de inmediato a través de una reforma curricular que interiorice los valores humanos, la urbanidad y las probidades cívicas, ponderando condiciones competitivas que determinen la formación e instrucción holística y pluridimensional del individuo.

El Estado ecuatoriano debe propender a una educación integral para producir sujetos idóneos, competentes y eficientes, desarrollen y practiquen habilidades cognitivas, razonamiento lógico, autocrítica y crítica propositiva, experticias que generen funcionalidad eficaz en contextos técnicos, científicos, académicos, artísticos, comerciales, industriales, ambientales, comunicacionales, deportivos, artesanales, entre otros; donde se promuevan neoprocesos sociales en interconexión con el plan nacional de desarrollo del país.

Desde el 2007 (principalmente en el lapso 2007-2017) se corroyó más la moral, la urbanidad y el civismo de los estudiantes; se violaron derechos humanos y constitucionales de alumnos, maestros, padres de la familia y comunidad; acorde a los intereses de los preconizadores de la corriente siglo XXI cambiaron las mallas curriculares, dictaron normas y leyes esclavizando a docentes y escolares, editaron textos con orientaciones ortodoxas para adoctrinar a nuestra niñez y juventud; destruyeron los principios de nuestra realidad histórica y un sinfín de hechos que menoscabaron a la patria. Dicha realidad tangible demanda la intervención del ‘Gobierno del encuentro’ para ejecutar una verdadera innovación pedagógica, dado que tiene la obligación moral y la gran oportunidad de transfigurar la regresión que el país viene experimentando desde la década estéril de la revolución ciudadana siglo XXI, la cual generó el perjuicio más funesto a educandos y a la colectividad. (O)

Publicidad

Juan Marín Larreta, docente jubilado, Guayaquil