Hacer inversiones con riqueza bien habida en países allende los mares (offshore) no es delito en el Ecuador ni en ningún país libre. Ecuador quiere que vengan capitales extranjeros para que sean invertidos, y viceversa. Es aspiración de todos que se abran nuestras fronteras y que las extranjeras se nos abran. Sin esta apertura no podremos desarrollarnos, ni gozar de los beneficios de las sociedades desarrolladas. El mundo no sería lo que es si los capitales europeos no hubieran descubierto América, y América no sería lo que es si no fuera por su capacidad de vender al mundo.

Nuestra Constitución garantiza la libertad para invertir aquí y costa fuera (offshore). La Ley de Régimen Tributario y otras regulan las inversiones offshore y los ingresos de los ecuatorianos, dividiéndolos entre los de fuente nacional y extranjera, y ambos integran la renta global de los ecuatorianos; así nadie puede objetar el derecho de cualquiera para generar riqueza –honesta y bien habida– en todo el mundo, aunque costa fuera (offshore) no se tribute o su cuantía sea menor, porque todos deben incluirse en la renta global del ecuatoriano y tributar según nuestras tasas graduales que la gravan hasta con el 35 %. Entonces, ¿por qué satanizar la inversión honesta de un ecuatoriano en el extranjero?, ¿no será que algunos quieren desestabilizar al Gobierno que goza de una amplia aceptación, poniendo en duda la transparencia de la riqueza de nuestro presidente que es importante, fruto de su trabajo legítimo y notoriamente conocido? No permitamos que nos utilicen desprestigiando –sin distingo– un medio de inversión legítimo, para así impedir la tarea del presidente, quien se esmera por sacarnos del subdesarrollo, poniendo más Ecuador en el mundo y más mundo en Ecuador. Esto solo se logra con la buena inversión extranjera. Cuidado la loable tarea del Consorcio Internacional cuyo objetivo es descubrir el origen y destino de las fortunas mal habidas en el mundo, para contribuir a penalizarlas y restituirlas a sus legítimos propietarios, se la intente usar para desprestigiar la riqueza honesta y ahuyentar su buen empleo, que no fue el propósito buscado por ellos. (O)

Gustavo Ortega Trujillo, doctor en Jurisprudencia, Guayaquil