Cuentan los biógrafos del príncipe Alberto de Coburgo, marido de la reina Victoria de Inglaterra, que estando aburridísimo por no ser más que el marido de la reina, le pidió permiso para revisar la situación doméstica del palacio de Buckingham. La reina, para quitárselo de encima -él pretendía participar en asuntos de gobierno- se lo concedió.

Entre las irregularidades que Alberto encontró en el palacio estuvo que los vidrios de las innumerables ventanas estaban terriblemente sucios. Pidió al encargado de la limpieza explicaciones y este, con flema inglesa, le hizo notar que los vidrios estaban perfectamente limpios por la parte interior y que la mugre estaba por fuera, agregando que de la limpieza de la parte exterior no se encargaba él y su personal sino el departamento de Guardamontes Reales. La anécdota se me vino a la cabeza al leer la noticia publicada en Diario EL UNIVERSO sobre las aves que pululan por los exteriores del aeropuerto, poniendo en peligro a la navegación aérea y a los pasajeros.

Como he venido viendo en otros asuntos, la señora alcaldesa de Guayaquil, seguramente no sin razón, señaló que por lo que toca a la Municipalidad y sus competencias todo está en orden, que lo de los pájaros de afuera es competencia del Ejecutivo. No es la primera vez que leo una semejante respuesta; también sucedió entre otros episodios, con ese vergonzoso cartel que en el interior del aeropuerto ventilaba ante propios y extraños las rivalidades de competencia.

Publicidad

¿No sería mejor ponerse amigablemente de acuerdo, no solo para solucionar un problema de suyo grave y preocupante, sino también para mostrar a la ciudadanía que aún con diferencias políticas, quizá hasta insalvables, es posible trabajar juntos por el bien del Ecuador? (O)

J. Santiago Castillo, Buenos Aires, Argentina