En el 2021 la informalidad creció al 51,1 % y 91.171 personas perdieron su empleo, es una situación proclive al aumento de la delincuencia; la explicación es muy simple, el sueldo de $ 400 es uno de los más altos de América, que muy pocas empresas lo pueden pagar, además, el Código del Trabajo encarece la contratación de empleados con filiación obligatoria al IESS, participación de utilidades, indemnizaciones y jubilación patronal, maternidad, etc. En una situación en la que el trabajador recibe todos los beneficios y el empleador todas las obligaciones, y si no lo hace, al empleador se lo criminaliza; como resultado existe que un comerciante importador nunca va a emplear a un trabajador, pero sí le va a entregar la mercadería para que la venda en la calle, condenando a 3′000.000 de ecuatorianos a vender baratijas para subsistir al día.

La propuesta del presidente Lasso es la libre contratación, excelente propuesta de solución. Todos hemos contratado a un plomero, albañil y artesano en condiciones que se pactan libremente y sus derechos laborales están protegidos en la Constitución, así las pequeñas empresas y los talleres pueden acogerse a estos beneficios por el volumen de facturación anual, y se podrá libremente contratar a las empleadas domésticas según la zona urbana; a cambio de esto, el empleador tendrá que pagar IVA en los bienes y servicios que contrate, incrementando las rentas del Estado. Pero cuando a esta ley la regulan 335 artículos y disposiciones transitorias, señores, ya no es libre. La libre contratación es solo eso, libre, y tal parece que está siendo boicoteada por su misma burocracia; y, si además, tiene que pedirle permiso a la Conaie y a Pachakutik, que son los que más migran y, por añadidura, la ley debe tener la aprobación de ciertos sindicatos que con mente retrógrada no quieren ni van a ceder privilegios, a ellos simplemente no les importa que 3′000.000 de ecuatorianos no tengan un trabajo y vivan al día y, peor aún, no quieren que el país progrese. (O)

Juan Antonio Orús Guerra, arquitecto, Guayaquil