El Mundial de Fútbol es tal vez una radiografía de la enorme necesidad que tenemos de festejar algo. De la cantidad de gritos ahogados que muchas veces van más allá del deporte.

Un gol, un himno, las bufandas en alto y el ondear de las banderas son escenas que con dificultad olvidaremos. Quizás el fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes.

La Copa del Mundo es la prueba viviente de que a veces el fútbol se subleva contra todas las estadísticas... Y nos hace soñar. Pocos son los sucesos o momentos que hacen posible la unión entera de un país.

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Sí, el Mundial, la fiesta más grande del fútbol, nos trae una calma precisa para recordar lo bien que se siente ser un devoto nacionalista; evoca en mi memoria la siguiente frase: “El fútbol es como la vida: si te rindes en el fútbol, te rindes en la vida”.

El fútbol nos recuerda decepciones y victorias. Nos ha enseñado a perder, convivir con la derrota y ser compañeros del fracaso. Pero también nos permite sentirnos importantes cuando nuestro país sale en la televisión y nos recuerda los días soleados y de calor en los que nuestra Selección terminaba ganando.

En esta época, muy seguramente notamos cambios en los medios de comunicación durante los juegos del Mundial, de hecho, fueron ellos quienes nos aportaron esperanzas para ver a nuestros ídolos y países avanzar en el evento. Inclusive, en su mayoría, el ánimo de las personas dependía del resultado de nuestro equipo.

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Dicho lo anterior, pregunto: ¿es imposible encontrar razones más allá del fútbol para encontrar la unión entera de un país? La pasión del Mundial que ahora finaliza es una oportunidad para reivindicar el placer y sentimiento de amor por el país, ¿no les parece?, porque el fútbol va mucho más allá. Y si alguien no lo entiende, no sabe lo que se pierde. (O)

Juan Francisco Yépez Tamayo, abogado, Guayaquil