Los resentimientos, los celos, la envidia, el odio y la venganza son los sentimientos más aciagos que habitan en el corazón y en la mente de los seres humanos. Son antiguos, se originan según la Biblia en lo que relata el capítulo 4 del Génesis, desde que Caín, el primogénito de Adán y Eva, mata a su hermano Abel.

Los sentimientos nefastos se crean por frustraciones, decepciones, desigualdades, impotencia, agresiones, rechazo, inmadurez; actitud déspota, arrogante, rebelde, tiránica. Causan afecciones psicológicas y físicas. Mucho tiene que ver el hogar, la familia, la escuela y el ambiente para el comportamiento y crecimiento espiritual y emocional de la gente. La cultura, la educación, los ejemplos, los hábitos y las costumbres son significativos para la formación de la personalidad, conducta y actuación. El desarrollo de una nación se mide por la cultura y educación de sus habitantes. ¿Cómo podemos eludir o controlar estos perniciosos sentimientos? Desempeñemos con responsabilidad y probidad el rol que hemos asumido. Como padres de familia debemos ser consecuentes con la crianza de nuestros hijos brindándoles amor, seguridad, confianza, educación, bienestar, respeto.

Obviemos a las personas pendencieras, son aquellas que se enemistan fácilmente. Practiquemos y fomentemos la sencillez, la humildad, la solidaridad, la sensatez y el pundonor, son atributos de la sabiduría. Esquivemos las discusiones y el mal trato, solo traen angustia y malestar. En casos extremos muchas vidas pudieron haberse salvado, si antes se hubiese meditado en las consecuencias. La mayoría de los adolescentes viven encerrados en los celulares, entretenidos con mensajes sin valor. Es menester rescatar la comunicación con la familia. ¡Que Dios salve al Ecuador de la violencia que estamos padeciendo! (O)

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José Castillo Celi, psicólogo, Guayaquil