Me doy un regalo por la mujer que soy. Quiero amanecer los siguientes días de mi vida amando a quien soy, agradecida con todo lo que me construye y dispuesta a seguir recibiendo experiencias. Ahora comprendo que lo pasado se quedó atrás y que aunque voltee a verlo, ya no volverá a ser el instante presente. Pero quiero comunicarme con mi consciencia vivida para sentir que cada instante se diluye entre la memoria, mental y corporal, fluyendo hasta transformarse en combustible para mi motor de evolución personal, porque cada día es nuevo, como cada latido de este corazón.

Para ello, será necesario confiar en mi voz interior y bajar el volumen del común denominador. A partir de hoy, haré que el querer priorice el deber; voy a dialogar con mi niña interna y sacarla a recorrer su mundo para que convierta en realidad sus ilusiones. Será bueno enseñarle a amar los procesos de cada vivencia, porque en ese recorrido el ser humano gana y crece. Pero para lograrlo ella sabrá que los prejuicios hacen ruido cuando quiera escuchar a sus semejantes y, aún más, le diré que afine el oído para que escuche a la naturaleza, para que en ese camino ella se conecte a un todo. Se lee y parece que quiero formular una receta, más solo quiero pedirle que comprenda, se comunique y confíe (sobre todo en ella, el resto viene por añadidura). El futuro es después del momento exacto que estoy viviendo, carezco de su control. Por eso vivo y vibro a través de lo que me habita, para ello le di cabida al amor, entonces yo me miro al espejo y amo quien soy. (O)

Claudia Antonia Delgadillo Barba, vía Salitre