Se los observa todos los días en la noche, el día, solitarios, en parejas, grupos, caminantes con criaturas en brazos, familias con bicicletas, triciclos, pedaleando, empujando, recogiendo valiosas preseas que para unos son desechos y para ellos se transforman en el pan del que fueron privadas sus fronteras.

Son fruto de una política corrupta y maquiavélica que hirió de muerte nuestra tierra. A pesar de esta tragedia y a la indiferencia del resto que se acomoda a la marea, América continúa desarmando familias, mendigando la vida, buscando caminos lejos de su patria. Parece que la naturaleza es la única que agradece su tarea tenaz por evitar que el montón de plásticos fuesen a la profundidad de los mares, ríos o a las riveras y entorpecer el ciclo de la madre tierra. No importa de donde vengan, nacimos hermanos de un Dios virtuoso que estableció un edén para abrigar a la pareja y multiplicar la creación. Pero la ambición por el dominio nos cegó. Entonces surgieron gritos de lobos rapaces con discursos libertarios engañadores que anunciaron el cambio, se llevaron la riqueza. Nuestra América anhela que mejores días provean ilusión al niño por regresar a la escuela, a sus padres empleos dignos, los caminantes descansen en sus casas, la política abandone la codicia. (O)

Ramiro Tobar, Imbabura