En los últimos años hemos podido evidenciar un incremento en el consumo de música urbana y una decadencia moral y educacional en niños, jóvenes y adultos. Desde shows impúdicos de bailarinas y cantantes en actos públicos, hasta bailes extravagantes de niños menores de 10 años en fiestas ‘infantiles’. Ello de la mano de mayores índices de consumo pornográfico, de femicidios, aumento en el consumo de drogas y menor trato de calidad a la mujer.

¿Cuándo nos dejamos ganar por el morbo y la sexualización exagerada?, ¿desde cuándo los aceptamos?

Lejos de querer hacer un análisis de los factores económicos y políticos que influyen, ya que de ello hemos leído demasiado, hago hincapié en los valores éticos/morales. Me enfoco en la música, que constantemente invade las mentes de los más jóvenes. Aquellos videos en Tik-Tok, Instagram, Facebook y YouTube en los que hombres y mujeres sexualizan sus cuerpos sin escrúpulos, la violencia se ve normalizada, las drogas se convierten en un pasatiempo, los deseos pasan de ser constructivos a egoístas y la pornografía ya no solo es visual sino también auditiva; tal es el caso del aclamado Bad Bunny, un cantante puertorriqueño que en una semana se presentará en la capital con estadio lleno. Él y otros representantes del ‘género urbano’ se han convertido en una especie de divinidad para niños, jóvenes e incluso adultos, sin caer en cuenta en los antivalores que transmiten. Si adjuntara un verso de sus canciones tendría que ser censurado. ¿Tiene esto algo que ver con la falta de moral? Me gustaría que conteste la pregunta mi querido Aristóteles que, si bien es cierto no comprendía bien la esclavitud y los roles en la sociedad, sí que entendía a cerca de la educación a los hijos en lo que él denominaba la ‘república perfecta’: “Nada hay en la mente que no hayan experimentado antes los sentidos” dice, y también: “la ley debe prohibir a los jóvenes asistir a la representación de piezas satíricas (…) hasta la edad en que pueda”, 18 años en la mayoría de países.

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Si bien la ley no puede velar por el contenido de cada pantalla, tablet, celular o reproductor de música, sí que lo pueden hacer sus padres, maestros y tutores. ¿Cómo? Dejando de normalizar las representaciones sexuales, morbosas y exageradas en todas sus variantes musicales, haciendo uso de controles parentales, vigilancia en el contenido que reciben, exposición a otros tipos de música y la educación en artes o cursos de instrumentos musicales. El objetivo no es escandalizarse acerca de lo que oyen, de las conductas que generan o de ser indiferentes, sino más bien de inculcarles en su psiquis pensamientos lejanos al placer inmediato y cercanos a los valores sublimes del ser humano, el respeto al otro; sembrar en su subconsciente acciones empáticas no solo con la naturaleza, sino también con el prójimo.

Empecemos a formar ciudadanos conscientes con educación en verdaderas artes y sensibilización hacia los demás. Que conozcan más acerca de la belleza musical, no solo clásica, sino aquella con un mensaje constructivo. Basta de normalizar el contenido sexual, misógino, denigrante y violento; todo esto suma a la destrucción de la moral de una sociedad que, en este aspecto, está agonizando. (O)

Froilán Luna A. estudiante de Administración de Empresas, 22 años, Quito