La anterior pandemia (gripe española) duró cinco años (1918–1923) y mató a 100 millones de personas. En el 2022 comenzamos el tercer año de COVID–19 y es de las pruebas, pero su uso debe ser muy juicioso. En Estados Unidos se contagian más de 1 millón de personas diarias, y aquí, familias enteras caen y las pruebas comienzan a escasear, pero nadie oficial dice nada, solo los canales de televisión y a veces el programa Vera a su manera lo hacen. Hay dos tipos de pruebas que nos podemos hacer, la molecular o PCR y la de antígenos, ambas hechas por hisopado. La primera, por su gran sensibilidad, necesita pequeñas cantidades de virus, es positiva desde el primer día del contagio; le entregan el resultado en dos días y sirve para hacer diagnóstico. La segunda necesita grandes cantidades de virus y una carga viral alta para ser positiva; le entregan el resultado en media hora y sirve para manejar la enfermedad. El problema son sus precios. La regla es: A) Si es sintomático, basta el antígeno, si el resultado sale un falso negativo, hágase una prueba PCR para confirmar el diagnóstico seguro. A los tres días de no tener síntomas, repita el examen de antígeno, si sale negativo se halla con defensas, y puede volver al trabajo con mascarilla. B) Si es asintomático y sospecha que estuvo en contacto con un positivo, o cuando le avisan que una de las personas que estuvieron con usted en la reunión familiar o del trabajo ha dado positivo, espere 4 días y hágase la prueba PCR; si sale positivo aíslese porque está repartiendo el virus gratis, antes eran 14 días, ahora en Estados Unidos es de 5 días el aislamiento, 7 en Argentina y 10 en Perú.

En el Ecuador, las ministras de Salud y de Educación que no tienen idea de la salud pública, quieren que el virus les obedezca, que no contagien en los buses atestados, pero sí lo hagan en los estadios. Con este virus cada variante ha presentado sus reglas propias que las hemos ido aprendiendo. La ómicron da síntomas a los dos o tres días, no quita el olfato, pero el dolor de garganta es terrible como ‘tragar vidrio molido’, debilidad, escalofríos y fuertes dolores musculares, en especial de espalda, y no respeta ninguna barrera, así haya sufrido la enfermedad, recibido las dos dosis y la de refuerzo, y con mayor razón mata a los que no se han vacunado. Llevamos apenas dos meses con la ómicron y no podemos asegurar que es cierta la inmunidad de rebaño, a pesar de que todos vamos a sufrirla. Lo cierto son el COVID prolongado o long COVID, aunque no sea tan letal como la variante delta, y las secuelas con las que tendremos que convivir por mucho tiempo. (O)

José Mayorga Barona, doctor en Medicina, Quito