Es lamentable que los funcionarios públicos de la hora actual desconozcan cuáles son sus responsabilidades para el desempeño de los cargos para los que fueron designados en el marco de la Constitución y las leyes que rigen en el país. Si cada funcionario cree que al desentenderse de sus responsabilidades le está haciendo un favor al Gobierno central por las rencillas que mantienen con el alcalde de Guayaquil, están totalmente equivocados. Cómo es posible que la Gobernación se desentienda del estallido de un alto artefacto explosivo en el interior de los locales comerciales de la Bahía, donde felizmente no hubo heridos ni fallecidos, pero que causó daños materiales de consideración y la alarma de los vecinos residentes de la zona, por haberse realizado en horas de descanso nocturno. Cuando el exgobernador del Guayas Oswaldo Molestina Zavala cumplió su desempeño en tan alto cargo entre los años 1990 y 1992 pronunció un vibrante discurso ante un amplio auditorio ciudadano, sobre la labor cumplida, en la que destacó la acción del gobierno presidido por Rodrigo Borja, con la remodelación de la Planta de Agua Potable de Guayaquil y la ampliación de la red de provisión ciudadana, la creación de los Puestos de Auxilio Inmediato (PAI) para control delincuencial y la paz pública, así como el relleno sanitario en la isla Trinitaria, entre otras obras como la construcción de la av. 25 de Julio hasta el Puerto Marítimo, y el puente Vicente Rocafuerte, que conecta Guayaquil con la vía Perimetral y las urbanizaciones de La Aurora.

No es la ley, es el hombre

Esa es la forma en que un funcionario público se hace merecedor del respeto y agradecimiento ciudadano, por su accionar cívico responsable, y no desentenderse ante la ola de violencia delictiva que cada día se incrementa en Guayaquil y el país en general. (O)

Francisco Medina Manrique, periodista, Guayaquil