En mi juventud cuando recién hacía mis primeros pininos en esta bella profesión de médico, me tocó trabajar en una casa de tratamientos de alcohólicos en Cuenca, ahí los cuidaba de noche en su voluntaria reclusión; siempre fue tratada esta adicción como una enfermedad cuyos orígenes algunos la relacionan con los genes, otros con la poca autoestima, otros por la falta de orientación sobre lo que significa esta adicción; es tan fuerte su poder adictivo que se organizaron bandas de mafias para imponerla en la sociedad.

Donde se impone el desorden al orden, vemos las consecuencias, miles de adictos al alcohol que se mueren en las carreteras, caen en crímenes, robos, asaltos, riñas callejeras, agresiones a las parejas, etc. Conozco familias que no tienen semana que no armen fiesta solo para ingerir droga, que es altamente adictiva con un agravante, que puede llevar principalmente a los jóvenes a usar otras drogas como el cigarrillo, la marihuana, la cocaína y la más fatal y destructiva, la maldita H. Para el común de la gente puede parecerle que es normal que los jóvenes salgan, pero la sorpresa es que el chico llegue con el carro chocado, que se estrelle con la moto..., ahí no sabe qué hacer y cuántos años de cárcel le va a tocar. Y no solo eso, el alcohólico o drogadicto al momento que se enganchó no sale fácilmente de su enfermedad, pasa a ser dependiente de la sustancia y su futuro lleno de angustia, depresión, insomnio, dolores, pérdida de autoestima y prontamente perderá el respeto de la familia y la sociedad. No hay nada más lindo que la libertad disfrutando plenamente de la belleza de la naturaleza y de esta vida tan linda que nos tocó vivir, que si es sin vicios será supremamente más linda y mejor. (O)

Hugo Alexander Cajas Salvatierra, Guayaquil