Actualmente los ecosistemas marinos enfrentan diversas amenazas muy devastadoras desde el derretimiento del hielo por el cambio climático que está ocasionando que los osos polares sufran de hambre, el derretimiento de la criósfera, la pérdida de la biodiversidad..., hasta la afectación de extensas áreas de arrecifes.

Y los residuos de los plásticos, la minería submarina, las perforaciones de petróleo y gas, la pesca ilegal y el tráfico marítimo, han ahondado más el problema ambiental de los océanos.

Los seres humanos necesitamos de los océanos para múltiples servicios ecosistémicos ya que estos nos proporcionan alimentos, rutas de transportes, regulan nuestros climas (absorben cincuenta veces más del perjudicial CO2 que está en la atmósfera) y nos proveen de una serie de materia primas, pero muchas de estas áreas están poco o nada protegidas, en particular las que están más allá de las 200 millas náuticas.

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Hace pocos días después de tantos años se firmó, en Nueva York, el Tratado de los Océanos por parte de los países miembros de las Naciones Unidas, este acuerdo histórico permitirá proteger la alta mar de los océanos (comienza donde terminan las zonas económicas exclusivas de los países) y hasta hoy no existe una jurisdicción precisa y mecanismos para la distribución igualitaria de los recursos genéticos marinos y beneficios financieros entre los países pobres y ricos.

Yo no podría calificar este acuerdo como ambicioso, pero sí pensaría que es un avance muy significativo para establecer una ruta legal que permita proteger, regular, controlar y sancionar severamente los ecocidios contra la flora y fauna marina en las áreas denominadas aguas internacionales y así contrarrestar el avance destructivo de los océanos, y permitir que se recuperen de décadas de contaminación. (O)

Vicente H. Mera Molina, arquitecto, Portoviejo, Manabí