“¡Indignación absoluta!”. Esta frase debería resumir reacción ante declaraciones del mandatario ecuatoriano en su reunión con el Gobierno español el viernes pasado. Lo preocupante no es únicamente el mensaje sin tergiversación alguna ni lugar para cualquier malinterpretación (“como pueblos deberíamos agradecer haber sido colonizados”), sino la retórica de ‘naturalizar’ un acto violento y nefasto como la colonización.

La colonización europea en América y alrededor del mundo estuvo caracterizada por saqueos, explotación, esclavitud, muerte, genocidio cultural. Cualquier estudiante secundario lo entiende de esa manera y siento vergüenza ajena aclararlo. No se trata de vivir en rencor por el pasado ni exigir disculpas, pero considero inapropiado referirse al colonialismo con una analogía que deliberadamente invalida y reprime el sufrimiento y la miseria que padecieron los pueblos indígenas de América, y de lo cual se infiera un paternalismo de países del llamado primer mundo hacia los países en vías de desarrollo. ¿Cómo podemos asumir el reto de un ‘Gobierno del encuentro’ cuando somos incapaces de reconocer la historia de nuestra relación con otras naciones, por más vergonzosa y dolorosa que sea? ¿Si no nos asistimos en retrospectiva, cómo podremos reconocer y evitar otros tipos de colonización que nos impidan construir un presente y futuro prósperos entre todos y para todos? (O)

Ricardo Honorio Chóez Dávila, máster en Liderazgo y Administración de la Educación; Vancouver, Canadá