Cinco semanas y ocho visitas al Registro Civil de Machala me tomó para renovar mi cédula de ciudadanía caducada.

Creí equivocadamente que esas oficinas se habían reorganizado, pero no, retrocedió el ‘proceso de modernización’. Aunque ahora existen mejores espacios y orden físico, la atención al ciudadano origina lástima y concluyo que la corrupción no resbala en ninguna entidad del Estado. He cruzado los 65 años y aunque en esas visitas ingresaba directo por la preferencia de edad, cada paso de la gestión requiere un turno a pesar de que cada trámite posee un espacio por separado, incluso turnos para cancelar valores, es así como para recedularse debe hacerse cuatro veces filas, una para coger el turno, la segunda para pagar, la tercera para que le hagan la foto y la cuarta para que le entreguen el documento. Pero aquello pareciera ‘normal’ en este país hundido por la inflada burocracia criolla, que no escatima esfuerzos para fastidiar al ciudadano, aunque de sus impuestos vive; pues a algún ‘iluminado’ de los que modifican los procedimientos para su conveniencia y no del pueblo, se le ocurrió que en la nueva cédula deben constar completos los nombres y apellidos de los padres, cónyuge y otros datos inútiles, cuando una persona ha cruzado los 30 o 40 años; entonces quieren cambiarte hasta el apellido, siendo de ellos el error de haberlo escrito mal, con las graves consecuencias que esto puede ocasionar a tus documentos de toda la vida y de tus herederos. ¡Hasta cuándo, padre Almeida! (O)

Oswaldo Loayza Maldonado, ingeniero, Guayaquil