¿Es desidia, quemeimportismo, comodidad?, tal vez, o la egoísta percepción de autoridades de que algunas acciones que podrían desarrollarlas en favor de la comunidad no les retribuirían a la exposición protagónica que ellos buscan.

Diariamente los desalmados asaltantes roban teléfonos celulares que a su vez los venden para su comercialización como aparatos usados y adquiridos por ciudadanos irresponsables, que con su proceder incrementan el delito. La autoridad puede realizar operativos en los establecimientos informales sobre sus procedencias y si no existen los soportes, incautar y clausurar los locales. Igual proceder para el comercio ilícito de los espejos retrovisores robados de vehículos.

Por otro lado, nos quejamos amargamente de las recurrentes inundaciones en Guayaquil, mientras vemos brigadas retirando toneladas de basuras de los canales de desfogue de aguas lluvias y servidas, de la red de alcantarillado; pero los responsables del perjuicio, desaprensivos ciudadanos, arrojan desperdicios en las cunetas y a deshoras de la recolección, facilitando que miles de chamberos destrocen las fundas y recipientes en busca de material para reutilizar y comprar droga que los envilece. No se ejerce un férreo control a quienes arrojan la basura en cualquier vereda, ni a quienes la dispersan ocasionando el taponamiento de las alcantarillas. Las autoridades municipales y policías pueden realizar inspecciones periódicas y exhaustivas en los locales que compran o venden piezas de vehículos, chatarras, cables, letreros metálicos usados, tachos metálicos de basura, objetos generalmente robados...; incautar y clausurar si no se justifica la procedencia. También los drogadictos callejeros, etc., deben ser retirados de parques y calles, su peligrosa presencia impide el uso de espacios públicos destinados al recreo y tránsito de niños, adultos. (O)

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Teófilo Villón Barros, periodista, Guayaquil