¡Guayaquil!, así entre signos de admiración, desde antes mismo, pero a partir de 1820 con la declaratoria y concreción de su independencia política, su nombre y accionar adquieren honor inamovible en el Ecuador.

Transcurren 202 años de libertad hoy 9 de octubre, y tal si fueran una norma inviolable de convivencia, las características de puerto de la patria, cuna del voluntariado, de pueblo católico, hospitalario, previsor y filantrópico, bombero excelente, creativo y emprendedor, libre y emancipador; no solo se han mantenido incólumes, también han evolucionado positivamente confirmando su calidad de principal ciudad de nuestro país. Dichosos los pueblos que gracias al amor y esfuerzo de sus hijos, lo mismo que de quienes no siéndolo adquieren por siempre el sentido de pertenencia, logran la prosperidad de la patria chica y son ejemplo para la patria grande.

Guayaquil, por aquellos que la liberaron en 1820 –y fueron artífices para la gloria del Pichincha en 1822–, tiene la impronta indeleble del espíritu libérrimo y autónomo, fundamental para la eterna grandeza. La revolución octubrina es el faro que ni siquiera en los momentos más difíciles se opaca y menos corre riesgo de apagarse. Por el contrario, es cada día más refulgente, para confirmar el camino por el cual el porteño transita para beneficio propio y de todos los ecuatorianos. Para eso es su comercio incesante, su innovación permanente, su desarrollo industrial, su crecimiento estudiantil, profesional, científico, artístico, cultural, deportivo, familiar y más. Por eso hace sentir su frontalidad al hablar a viva voz, ama, fomenta y practica las libertades en su real dimensión; combate todo lo que sea o tenga rasgos de autoritarismo, totalitarismo, estatismo, antidemocracia. Bien merecido tiene Guayaquil el sitio de máximo honor que ocupa. ¡Loor a Guayaquil por su aniversario 202! (O)

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Jorge A. Gallardo Moscoso, periodista, Samborondón