En la gran aventura política de ocupar cargos para ‘servir’ a la nación desde la administración pública hasta la presidenciable, los candidatos deben presentar e inscribir candidaturas ante el ente electoral, con un programa de trabajo, que debería ser de planificación vinculante o referencial, en función de las necesidades y la continuidad en el tiempo, que convenga al interés del país; el mismo deberían prepararlo profesionales, en contenidos y escalas técnicas, económicas y jurídicas, que permita con las políticas nacionales manejar nuestros propios recursos.

Eso garantizaría éxito en la ejecución del proyecto, tratado desde una arquitectura policéntrica funcional. Deberían invitar luego a la participación social de audiencias públicas que promuevan el debate, el criterio, con el objetivo de socializar la planificación, en un proceso de conocimientos e iniciativas ciudadanas reconocido por ley; evaluar los impactos ambientales, sociales, combatir la corrupción, los diezmos, las ofertas demagógicas de campaña que lleven a la nación a la ruina; optimizar la educación, la agricultura, los avances tecnológicos, la obra pública, los contratos de inversión; sin perder la soberanía; evitar el saqueo en los arbitrajes internacionales; dar prioridad a la inversión interna y que la extranjera sea complementaria; la producción nacional acuñaría los ingresos para mantener la dolarización. Estos cumplimientos permitirán conocer la aptitud de gestión del político que quiere hacerse cargo de la vida de los demás, y su autoridad emane a la nación su capacidad de que puede ejercer una función. (O)

Rafael Antonio Sampedro Coba, arquitecto, Guayaquil