La tercera edad, también llamada edad de oro, senectud o vejez: de los hombres y las mujeres que perviven seis, siete o más décadas; algunos jubilados, otros en plena actividad física y mental. A ellos se debe la buena alimentación de la juventud de hoy en día, por los hallazgos de nuevas semillas y cosechas de productos comestibles.

A ellos, la tercera edad, se debe la buena salud con la aplicación de fármacos descubiertos y elaborados para prevención y tratamiento de enfermedades de niños y adolescentes; a ellos se deben los progresos en la tecnología para que las nuevas generaciones disfruten de la actual comunicación; a ellos se debe la educación con programas de vanguardia que forman jóvenes con novedosas destrezas en sus trabajos. Aquellos adultos mayores cooperaron por sus méritos en los campos de la física, medicina, literatura, agricultura, el derecho, arte, la paz, entre otros, muchos ganaron premios por sus aportes, investigaciones, etc. Son los benefactores, adalides de la humanidad en este siglo que disfruta de tantos beneficios con más esperanza de vida. Muchos de estos adultos, actualmente, son ignorados por la sociedad, por los jóvenes; son mencionados en una modesta nota del periodismo, totalmente incomparable con las noticias de figuras en los deportes, la farándula, política o delincuencia (estas dos últimas combinadas). Casi nadie o nadie puede recordar quién nos proveyó de las vacunas que combatieron las pasadas pandemias, quiénes nos alegraron con escritos literarios o musicales. La ignorancia y la ingratitud reconocen solamente a los campeones de fútbol, de ciclismo, a cantantes, a actores..., a quienes diezmaron millones de gente en guerras, a “reyes” de las drogas que tanto daño causan al planeta. Y se publican vergonzosos artículos de países que aducen que deben mermar o desaparecer los adultos mayores porque son escasos los haberes para su pensión o jubilación. (O)

Guillermo Álvarez Domínguez, doctor en Medicina, Quito