Estamos confinados en la pandemia del COVID-19 a consecuencia de la irresponsabilidad. Debemos aceptar que somos necios.

Sí, hay que trabajar para comer y esto es imposible al estar encerrados, y es aún más difícil la situación financiera para los dueños y los empleados de los pequeños negocios, para los vendedores ambulantes, para los caseros de los mercados, etc.

Pero analizando el caos que vivimos también nos damos cuenta de que nos encontramos en esta situación debido a nuestro comportamiento. Al otorgarle solo importancia al dinero que a la vida o al capricho -(fiestas, etc.)- sobre la conciencia.

Publicidad

No entendemos que para trabajar necesitamos salud. ¿De qué nos ha servido ir contra la responsabilidad ciudadana si el costo que implica el tanque de oxígeno, la medicación y las secuelas del

COVID-19 cuestan cien veces más?, muchos se contagiaron, otros lo hicieron porque se aburrieron y decidieron que eran ‘inmunes’, se fueron de fiesta, creyeron que todo era exageración...

Duele..., ha resultado tan difícil el amarnos y amar al prójimo, que la pandemia se ha instalado con comodidad entre nosotros y aquí pagamos todos, los que acatamos las reglas y los que decidieron ignorarlas.

Publicidad

No entendimos el quédate en casa y ahora estamos luchando sin armas, contra el reloj para no perder a nadie más.

¡Por favor, las playas no se van a mover de donde están!, el mayor acto de amor es no exponer a nuestras familias.

Publicidad

No hay dinero que aguante el costo de esta enfermedad que no distingue la edad, la religión, el género o el estatus social.

Seamos conscientes y no caprichosos.

El dinero, las reuniones, los podemos recuperar… La vida, no. (O)

Aissa Tatiana Pazmiño Real, técnica en Marketing, Ambato, Tungurahua

Publicidad