Nadie que esté en su sano juicio (excepto quien esté en las filas de la delincuencia) se podría oponer o rechazar a que la ciudadanía se proteja de los ladrones. Por eso existen los cerramientos con verjas en las casas, los botones de pánico, las cámaras de videovigilancia, los señores guardianes, las casas con alambrado o cerco eléctrico y hasta canes de protección. Pero de ahí a cerrar las 24 horas con grandes portones varias manzanas, calles secundarias y terciarias y hasta parques, que abarcan áreas considerables (con la excusa de cuidarse), es un solemne abuso.

Por doquier están prácticamente “privatizando” manzanas enteras, cuadras enteras, parques grandes por donde ahora se prohíbe la libertad de movilidad.

Por eso existen los cerramientos con verjas en las casas, los botones de pánico, las cámaras, cerco eléctrico...

He escuchado a esos grupos de dueños o arrendadores de casas (de entre 20 y 30 domicilios) decir: “Aaquí solo andaremos nosotros y nadie más y a los parques ya no vendrán niños a molestar, porque hemos cerrado con grandes puertas todo acceso a otros”. También dicen que “donde eran garajes ahora ampliarán sus habitaciones porque ya dejan sus vehículos afuera, ya que dicen que les pertenecen a ellos todas esas manzanas y calles cerradas”.

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Esto no solo restringe la posibilidad de andar libremente por esas calles y veredas secundarias y terciarias, sino que aumenta peligrosamente el flujo de carros y personas por las calles principales que están libres.

El departamento de Justicia y Vigilancia del Municipio de Guayaquil sabe de todos esos abusos, pero alegan que ellos intervendrán siempre y cuando el denunciante encabece con su presencia el rato o momento de ir a esos lugares cerrados y que ellos irían atrás para evitarse reacciones de los denunciados.

Esto está sucediendo cada vez más en las ciudadelas ubicadas en el sector norte de la ciudad de Guayaquil, como Guayacanes, Sauces, Samanes, etcétera. (O)

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Édgar Saldaña, Guayaquil