Jesús de Nazaret repetía que no entraremos en el reino de los cielos hasta que no nos convirtamos en un niño.

La Navidad (dentro de tres días la celebramos) nos representa al Niño Dios nacido en un pesebre protegido por su madre la Virgen María; y pensar que nosotros pasamos por lo mismo y debemos mantener presente que ese niño vive dentro de nosotros, siempre será el lado bueno, sincero, alegre, que nos acompañará hasta el último momento de nuestra existencia. Ser como niños es la mejor representación del amor y la bondad; ellos no odian, no juzgan, a nadie envidian, por consiguiente están en paz, no tienen angustia, ansiedad, depresión, producto de los desatinos propios de los adultos que actúan sin sinceridad, sin la alegría de un niño, sin su pureza. Los genios han aprendido de los niños a explorar, buscar, descubrir, ser sensibles. Thomas Alva Edison jugó tanto con las cosas hasta que descubrió la luz, falló más de cien veces hasta descubrir. Y lo mismo Einstein, jugaba con las burbujas de jabón, las reventaba hasta que descubrió que todo era relativo. Stephen Hawking descubrió cómo desaparecen las estrellas engullidas por unos agujeros negros, con mover solo sus párpados desde una silla de ruedas y escribió el libro La escafandra y la mariposa. El ser humano fue hecho a imagen y semejanza de Dios, quien nos da creatividad desde niños a través de la exploración y la aventura para descubrir, como el escritor Antoine de Saint Exúspery, autor de El principito; y el filósofo Heráclito, quien dijo que el hombre esta más cerca de sí mismo cuando alcanza la seriedad de los niños cuando juegan. Cuando estés muy serio, recuerda el niño que está sonriendo dentro de ti. (O)

Hugo Alexander Cajas Salvatierra, doctor en Medicina, Milagro