En 1953, los Países Bajos sufrieron inundaciones terribles que también afectaron a Bélgica e Inglaterra. De inmediato, cada país implementó un plan de emergencia que desde entonces les ha permitido enfrentar los embates de la naturaleza, que en esa parte del mundo suelen ser feroces; lo que permitió que sus habitantes no volviesen a ser sujetos a más desgracias.

En Guayaquil sufrimos años tras años las inundaciones que ocasionan pérdidas económicas y personales incalculables a sus habitantes, mayormente a gente de escasos recursos económicos. ¿Se ha oído de la implementación de algún plan de emergencia para remediar esta situación a largo plazo como fue el caso de los países europeos? Aparte de las noticias sensacionalistas mostrando la miseria de la primera ciudad económica del Ecuador, existe santo silencio. Guayaquil sufre los efectos de 50 años de negligencia, y eso que solo tenemos que lidiar con un río y un estero. El centralismo absorbente nunca ha permitido que se contemple el dragado imperativo del río Guayas y las autoridades provinciales se han llenado la boca pregonando a los cuatro vientos que el dragado ‘va porque va’, pero aquí estamos peor cada año a medida que los sedimentos del río siguen acumulándose y minimizando el desfogue de las aguas lluvias. Y pasará este invierno y vendrá el próximo, la vida seguirá su curso, los damnificados lamentándose de sus pérdidas, así como la amnesia de las autoridades. Y aquí no pasa nada, será borrón y cuenta nueva... La realidad ecuatoriana. (O)

Nelly Mercedes Lozada García, Guayaquil