La profesión de profesor en el Ecuador durante muchos años ha sido vilipendiada, mal remunerada, se la acusa de mal preparada, que los profesores son los responsables de la situación académica deficiente de muchos estudiantes en escuelas y colegios. Se dice que la cuerda se rompe por el lado más débil, que debe haber un chivo expiatorio para la hoguera y purificar las incapacidades de autoridades responsables del sistema educativo.

La calidad de la enseñanza y del aprendizaje ha sido mermada por cantidad (más cosas, trabajos...) y, por ende, se han reformado leyes que deshacen el aprender y ganar conocimientos importantes y útiles, como era en las épocas pasadas; las mallas curriculares tienen cargas de materias que sobrepasan las de otros países más desarrollados; el profesor ha perdido el derecho de analizar críticamente el aprovechamiento de los estudiantes, se le impide asentarle una nota baja, le debe poner nota mínima de siete o si no los ‘técnicos e intelectuales’ del Ministerio de Educación y de sus subsecretarías y distritos sancionarán a los profesores que no justifiquen la nota menor a la nota mínima.

Durante la pandemia de coronavirus y con la famosa LOEI (Ley Orgánica de Educación Intercultural), creo yo que hemos retrocedido más día a día. Bachilleres carentes de cultura reclaman su derecho de estudiar en la universidad; no estoy diciendo que no vayan a estas, solo pienso que muchos tendrán dificultades para aprobar materias por falta de desarrollo del intelecto. Queremos preparar muy bien a las generaciones desde las escuelas, los colegios y de ahí a las universidades. El Estado tiene que ver la educación como la punta de la lanza para alcanzar la preparación y capacitación, esto se debe hacer con decisión, pero no se lo hace. Necesitamos una ley de educación con excelencia. (O)

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Alexander Frías Gómez, educador, abogado, Guayaquil