Si nos remontamos 600 años al pasado y estudiamos todos los aciertos y errores en conceptos sociales, clínicos..., nos daremos cuenta de que existen errores y prejuicios contra la mujer o contra todo ser humano que no se parece al grupo social, ya sea por su contextura física o por su orientación científica o sexual. En la era medieval, una mujer inteligente con cualidades científicas y un alto IQ de inteligencia era quemada en una hoguera por la Santa Inquisición; hoy recibe un Premio Nobel u otro galardón. En el mismo sentido, una persona con orientación sexual distinta a su órgano sexual es vista como algo diabólico.

Hoy en día se ha investigado que existe una estrecha relación entre el tamaño del hipotálamo y su orientación sexual. Por lo general, en un hipotálamo grande la orientación es masculina, y en un hipotálamo pequeño la orientación es femenina; por lo general coinciden en los sexos, pero no siempre es así... Como sociedad construimos una serie de muros y techos de cristal para todo tipo de ser humano diferente a la media, con el fin de bloquearlo sin permitir la oportunidad de desarrollarse como persona productiva y feliz. La educación financiera inclusiva deberá ir de la mano con los productos financieros flexibles y, por ende, con la educación en las finanzas personales. Cada ser humano, sin importar su condición física, orientación..., no es una gota de agua en el océano, es en realidad todo un océano contenido en una gota de agua. Cada ser humano merece el derecho de vivir con dignidad y tener la misma oportunidad de progresar, acceder a todo tipo de productos financieros sin prejuicio, como ocurre hoy en día, con un simple tatuaje que es una tradición social milenaria, pero persiste el estereotipo delincuencial. Es hora de dar un paso adelante y romper esa pared de cristal que nos separa como sociedad constructiva. (O)

Gunnar Lundh Iturralde, licenciado en Ciencias de la Comunicación, Guayaquil