La CNT, Corporación Nacional de Telecomunicaciones, no deja de sorprendernos. Sí que sorprende el hecho de que ocho años después de que mi hermana Arlette hubo gestionado el retiro del servicio fijo telefónico que la CNT le alquilaba, recibió un mensaje de esta a través del correo electrónico, en el cual le indicaban que tenía una deuda con dicha institución. No se mencionaba la cifra económica por pagar, pero sí le decían que le embargarían sus propiedades si no cancelaba esos valores.

Mi hermana estableció, por tanto, contacto con la Corporación Nacional de Telecomunicaciones en la oficina que se mantiene en Samborondón. La cifra de la factura telefónica ascendía a 47 dólares con 49 centavos.

Al mostrar mi hermana la copia de la carta enviada el 15 de septiembre de 2015 y el acuso de recibo de esta el 29 de septiembre de aquel año, le indicaron una fecha para que se informen en el Departamento Legal de la empresa. Esperó, regresó y al fin le manifestaron que la respuesta era la siguiente: “Pague”. Pero no se podía hacer el pago mencionado en estas oficinas sino que tenía que acudir a la ciudad de Guayaquil, al sector del centro, en el edificio que la institución tiene en las calles Boyacá y Padre Solano. En dicho lugar estaba listo que recibiría el golpe final: por los “intereses en mora” la cifra ascendía a ese momento a 106 dólares con 72 centavos, y mientras no la pague aumentarían los intereses.

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Mi hermana se está haciendo las siguientes preguntas: ¿Es válida esta cobranza?, ¿es justa esta acción después de ocho años?, ¿la demora en dar respuestas frente al reclamo presentado genera intereses?

Añado que no es la cifra o el valor económico, sino que es la actitud de la Corporación Nacional de Telecomunicaciones para con el público o la ciudadanía. (O)

Jorge Mateo Suárez Ramírez, crítico de cine, Guayaquil