Ciertos dueños de negocios, quioscos de ventas de artículos en la Bahía en pequeños cubículos con techo donde comercian, guardan sus mercaderías y enseres que facilitan sus actividades, se quejan de que los otros comerciantes, los informales, les hacen competencia desleal por lo que sus ventas, ingresos, han bajado y tienen que pagar impuestos, servicios básicos, guardias de seguridad.

Estoy en desacuerdo con esa culpabilidad. La Bahía nació en la calle, en los alrededores del Reloj Público, donde se agrupaban los

marinos mercantes, estibadores, cargadores de banano, esperando la llegada de balsas y lanchones que traían los racimos para ser transportados a los barcos que acoderaban en la ría frente a la Gobernación y al Municipio. Un pequeño grupo de jóvenes, en canoa en la noche o madrugada se trepaban a los barcos, adquirían cigarrillos, cajas de whisky, perfumes y ropa. Con el transcurso de los años negocios y comerciantes se incrementaron en calles adyacentes (década del 70). Buen número de actuales propietarios de almacenes, quioscos, fueron informales. Luego aparecieron los mayoristas que viajaban a comprar mercaderías a Panamá, para entregárselas a pequeños vendedores. Ahora los abastecen los importadores chinos. No se ha comprendido la potencia económica, comercial y social que constituye la Bahía para Guayaquil: atractivo turístico (no explotado), personas de todo el país vienen a comprar por los precios bajos. En lo comercial, cuánto volumen de ventas y cantidad de dólares se transa en esas pequeñas, pero abundante comercialización. En lo social, miles de desempleados cubren una lacerante situación que los gobiernos no han podido solucionar, una ocupación remunerada. Se podría comulgar con informales en una especie de unidad, respetando espacios y orientándose al bien común, con todo debidamente normado. (O)

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Antonio Jijón, Daule, Guayas